Recordaba su andar lento y pausado, sus ojos miel, y su figura. Pero sobre todo recordaba su sonrisa, el perfil fino y anguloso cuando le observaba a veces mientras conducía. Y esa mirada, que unas veces le reconfortaba y otras le desnudaba sin paliativos, de arriba a abajo. Y ella nada podía hacer entonces....ya era tarde. Sucumbía a su abrazo sin remedio, se entregaba sin límites y le respondía. Se amaban y se bebían con esa sed que sólo unos pocos conocen, y que sacia sólo una parte de tanta y tanta soledad.
Había pasado tanto tiempo....y el destino caprichoso les había hecho revivir aquellos días.
Le había vuelto a encontrar. En Barcelona, en un octubre gris pero inusualmente cálido, en un café del barrio gótico. Allí estaban de pronto, y lo que terminó sin razón un día, aparecía ahora ante sus ojos, después de casi 12 años. Sentimientos escondidos, ahogados en el miedo y la ignorancia, filtrados a cada paso y censurados, pasaban de nuevo fugaces ante ambos, sin que el tiempo hubiera movido un ápice de todo. Tal como era, tan fuerte y tan dulce como entonces...... tan bello, tan sincero, tan distinto.... y también tan triste.
Se miraban sin prisa; deteniéndose en sencillos detalles. La misma voz, las mismas manos, los mismos labios. Fue un eterno minuto tras el fino cristal de aquél bar que les separaba. Nunca olvidaría aquellos ojos miel.....
Siguió caminando después. Le había vuelto a sonreir, y le bastaba.
7 de octubre del 2008
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